En un paraje de “ensueño”, temperatura mediterránea cálida, mar tranquilo, parques con posibilidad de jugar cualquier deporte. Urbanismo horizontal, viviendas individuales con su jardín. En ese entorno vuelve una pareja a casa, encontrando un balón de considerable tamaño en una de sus terrazas. Desaparece el balón.
En la noche: Hay alguien?… (más fuerte) están en casa? Alguien esta? (una voz de mujer), así como 9 o 10 veces, voz en grito sin parar. Los Sres. no oyen nada. Más tarde… en el momento que salen para ir de viaje, la mujer, que vigilaba la puerta para cazar a los vecinos, les aborda: “es que al niño, se le ha caído un balón de reglamento en el jardín de la casa de ustedes, estaba ahí (señalando un sitio con el brazo), podrían dármelo?. Los Sres. mirando hacia dónde ella señala: no hay ningún balón. La mujer comprendiendo algo: Han tenido mucha molestias?. Los Sres: no, no que va! Todo en orden. Bueno, dice la mujer, con su niño (entre 6 y 8 años escondido tras ella), si ven el balón, lo tiran a través de la valla a mi casa. OK, dicen los Sres. y se van.
Al fin de semana siguiente, al llegar, la mujer espiando cuándo llegan los Sres., para abordarlos otra vez, abre la puerta de su reja y dice: Han encontrado el balón?. Los Sres. que ni han entrado en casa, desde el coche, le contestan: no. Ella insiste: pero si estaba en su jardín!. Si?, dicen los Sres.… pues no hay nada. La mujer, muy enfadada: lo que me pregunto es para que quieren ustedes un balón de reglamento. Los Sres.: evidentemente para nada!.
¿Qué está pasando con los niños, o los padres?. Pudiendo ir a jugar a la playa, al parque, a los campos de sports, pues no, juegan en casa, los padres no los sacan y solos no pueden ir. Bañarse en el mar? (que esta a 100m), tampoco, es más cómoda la piscina comunitaria llena de cloro. El griterío de los niños, infernal, encerrados en su jardín, sin más actividad que la que pasa por su cabeza: creerse un as del fútbol, ver la tele: canal disneychanel, inventarse historias, como:… tu estás enfermo, vamos al ambulatorio (que podría pensarse como modalidad moderna de “jugar a médicos”), pues no! porque al llegar el médico les receta quedarse en casa jugando al intendo!… etc.
Se ha esfumado el antiguo niño diciendo: perdonen ustedes: han visto una pelota?... siento mucho haberla tirado a su jardín, cosa que no volveré hacer, es peligroso… o cualquier palabra que suponga acepten su implicación en el acto. Si luego nos extrañamos del egocentrismo majareta de los adolescentes y jóvenes, es ser tontos de remate.
Los niños en el “primer mundo” son una molestia, algo que hay que soportar porque no queda más remedio, ya que lejos de pensar el niño como falo, el niño como descendencia: alguien a quién dar los valores que se tienen, como lo definió Freud, hoy en día el niño es un objeto de deshecho, que molesta pues recuerda que la edad avanza y la vejez ronda, porque la competición se centra en el cuerpo, la experiencia no importa, ni el valor del saber. La madre, más preocupada por su línea, aborrece que su hija pueda hacerle sombra y la abandona para ir, sin parar, a institutos de belleza.
Y el padre, con esa cuestión coqueta que les ha dado a los hombres, a buenas horas va a dejar que su hijo le gane en cuestiones de body!. Mientras el malvivir infantil, se traduce posteriormente en una tiranía propia de considerar todo como ellos mismos fueron considerados: objetos de deshecho, que en matema lacaniano es una versión del pequeño a: usar y tirar.
Los Sres. ajenos a esa escala de no-valores, con su acto, un poquito de ideología aportan, pues, y aunque no lo sepan, si quieren el balón para algo… reglamentar por ausencia: algo no hay.
Teresa Ferrer
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